Somos los Griegos
Palabras de recepción a los alumnos del intercambio 14/04/2015
Buenos días, bienvenidos a España.
Soy Casiano, profesor de filosofía de este humilde centro de enseñanza público. Ana y Elena, nuestras queridas profesoras de Francés deseaban que os recibiéramos con unas palabras de acogida y tuvieron la mala ocurrencia de elegirme a mí para tal menester, bueno, qué lo vamos a hacer. Considero una fortuna que generaciones de alumnos de nuestros respectivos institutos puedan disfrutar año tras año de estas jornadas de intercambio que, aunque suponen un esfuerzo extraordinario para sus organizadoras, representan un intento muy valioso de comunicación de ideas, experiencias, sentimientos que promueven no solo el conocimiento de nuestros idiomas, Francés y Español, sino que dejan, sobre todo un poso, una huella, un recuerdo duradero en nuestros alumnos, y que resultan, en definitiva, una hermosa vivencia de carácter intelectual y humano.
Hay que dar las gracias al empeño que han tenido nuestras valientes y entusiastas profesoras. Estos intercambios se han convertido en una de las señas de identidad de nuestros centros.
A mí se me ha ocurrido hablaros de algún asunto que nos hermanara, y me parecía que Grecia y la Ilustración eran temas que habrían de afectarnos, si no por igual, ya sí a todos.
Somos los griegos, somos la Ilustración.
Escribía el filósofo español Javier Zubiri en su obra titulada ”Naturaleza, historia y Dios” que no es, como se dice con frecuencia, que “los griegos sean nuestros clásicos, es que los griegos somos nosotros”, que es cosa bien distinta y de mayor calado. Ahora que Grecia pasa por una situación económica difícil, me parece un buen momento para agradecer su herencia y, reconociendo lo que somos, recordar de dónde venimos. Pues sí, somos los griegos, los griegos que vivimos en España, o en Francia, Italia o Alemania, nosotros los llevamos en nuestros “memes”, están vivos en nuestra cultura. Fueron los griegos quienes nos mostraron el camino a seguir para salir de la sima de la ignorancia, quienes nos enseñaron a mirar para no quedar atrapados en las redes de las apariencias, quienes nos dieron armas para combatir las supersticiones, de quienes aprendimos cómo resistir ante los cantos de las sirenas, quienes, en síntesis, nos legaron la razón y, también, la tragedia, junto a su Caja de Pandora…
Europa, lo que es y lo que representa, sus ideas, sus valores, sus formas de vida, sus instituciones, no sería lo que es sin la filosofía, la literatura, el arte, la civilización, la democracia y el espíritu griego.
Pues bien, conocidos nuestros orígenes, acerquémonos ahora a nuestros sueños, a nuestros proyectos, a nuestros ideales. Somos tanto como proyectamos ser, casi poco más que lo que queda de nuestros sueños. Por eso, una vez arraigado nuestro ser en tierra fértil, el espíritu griego, necesitábamos un espacio amplio y un aire fresco y limpio para crecer, despejado de humo, de incienso y de inquisidores. De ahí que se pueda mantener que si de los griegos nacimos, sin embargo, hemos ido creciendo, hemos ido respirando, hemos florecido y hemos tomado conciencia de nuestro fruto, conciencia de la libertad, a partir de la Ilustración. Europa es la Ilustración. El fruto más bello y más jugoso de nuestra historia son los principios y los ideales de la Ilustración: La libertad, la igualdad y la fraternidad. La Ilustración representa el espíritu crítico, la defensa de la tolerancia, el universalismo cosmopolita, la fe en el progreso del género humano, la confianza en la razón, el rechazo de todo dogmatismo, la defensa de los derechos humanos, el reconocimiento a todo ser humano de la condición de ciudadano, el respeto a la diversidad, el republicanismo, la laicidad de las instituciones, etc… En esta tarea, en la defensa y en la transmisión de esos valores, Francia, y su revolución contra la tiranía, desempeñó un papel fundamental, con la que Europa y la humanidad en su conjunto habrán de estar permanentemente en deuda. El gran proyecto de la Enciclopedia, la obra de pensadores como Montesquieu, Voltaire, D’ Alambert, Diderot, Rousseau, entre otros, alumbraron un nuevo mundo, donde las diferencias entre los hombres habrían de dirimirse con la palabra y con la razón, como únicas armas, o con la ley que los pueblos, ahora libres y soberanos, se dieran a sí mismos, respetando en todo momento la dignidad de los seres humanos concebidos como fines en sí mismos que nunca pueden ser tratados como medios o instrumentos al servicio de ningún otro.
Sabemos que Zeus utilizó su magia para gozar de forma artera de la belleza de Europa, aprovechando su ingenua debilidad; en consecuencia, debemos estar alerta y vigilantes para que ningún otro dios, seguro que menos benévolo que aquel, nos la arrebate de nuevo otra vez. Considero que no hay mejor modo de evitarlo, de evitar otro rapto de Europa que ser fieles al espíritu de la Ilustración, tal como lo concebía ese prusiano maltrecho, tan pequeño como sutil, tan disciplinado como amante de la libertad, que fue Inmanuel Kant. Siguiendo su mandato, la defensa de Europa debe fundarse en la idea de que todo ciudadano, para hacer gala de su condición, ha de tener el valor de servirse de su propio entendimiento, debe pensar por sí mismo y hacer en todo momento y lugar uso público de su razón. ¡Atreveos a pensar por vosotros mismos! La libertad de pensamiento en todos los dominios, político, civil, científico y religioso, esa es la divisa de la Ilustración.
Después de todo, no debemos olvidar nuestra perspectiva, no debemos olvidar de dónde venimos, al fin y al cabo, uno a uno somos poca cosa. Decía Bernardo de Claraval que “No somos más que enanos que caminamos a hombros de gigantes, y si podemos ver más lejos no es por la agudeza de nuestra vista, sino porque estamos levantados desde esa altura”. La elevación que representa nuestra cultura.
Por eso a vosotros, queridos jóvenes franceses, que sois hijos de los hijos de los biznietos del Siglo de las Luces, que lleváis, por ello, sangre jacobina en vuestras venas, como nuestro admirado poeta Antonio Machado, catedrático de Francés, que reposa en vuestro suelo, en Colliure, donde le alcanzó la muerte, que tuvo que salir de España triste y desolado por la tragedia de su patria, porque Franco, el sapo Iscariote y ladrón, levantó el hacha y la espada contra sus hermanos (así le definió León Felipe). Por eso, europeos que venís de Francia, como paladines de la libertad, os pedimos que continuéis allanando los caminos y combatiendo por la tierra de los derechos y las libertades y que unáis vuestras fuerzas a las de quienes como nosotros, hijos de muchas derrotas, seguimos creyendo en la necesidad de construir un mundo mejor.
Bienvenidos, de nuevo, y que disfrutéis de vuestra estancia en España.
Muchas gracias.
Casiano Maroto
Profesor de Filosofía
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